En este sentido el proyecto se organiza conceptualmente sobre un gran basamento situado sobre la mayor cota del lote (cota + 76,00 en el extremo Este). Desde esta gran base se lanzan los dos puentes-pasarelas peatonales que comunican Barranco-Miraflores al margen de las comunicaciones vehiculares, convirtiéndose una vez más la Universidad en el elemento articulador, no ya de los conocimientos pasados y futuros, sino de esta área de la ciudad.

Sobre este gran basamento, que asume la totalidad de la geometría de la parcela, y a modo de templo del conocimiento, Waca del siglo XXI, se eleva el programa ordenado y modulable de los aularios en su función docente.

Edificios independientes unidos y envueltos por una piel común (cerramiento de todo el conjunto), símbolo de la interrelación de los saberes, de la globalidad de la propuesta. Esta piel cambia su densidad mostrando mayor transparencia en las zonas de tránsito y descanso y menor densidad abrazando los cuerpos que alojan las aulas, laboratorios y demás espacios docentes.

Esta piel común unificará al final las tres fases la propuesta definitiva. El proyecto se estructura programáticamente sobre un criterio de modulación y flexibilidad, se han estudiado los formatos de los distintos tipos de aulas y laboratorios que se solicitan encajándolos en una determinada modulación y se ha establecido un sistema de peine mediante cuerpos con galería central separados mediante patios longitudinales que proporcionan una luz ambiental adecuada para las aulas y que permiten que se puedan oscurecer fácilmente para el uso habitual hoy día de medios audiovisuales. Esta organización permite intercambiar tipos de aulas según las necesidades actuales y futuras de programación de la Universidad. Los patios cumplen una segunda función primordial de relación transversal entre los distintos niveles y espacios del Campus Universitario, promoviendo el necesario intercambio de relaciones y conocimiento entre la comunidad universitaria.